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CUENTO CORTO/ CARLOS A. LOPRETE

EL NEGOCIO DEL COMISARIO

EL NEGOCIO DEL COMISARIO

     - Aquí todos se enriquecen, menos yo -se quejó el comisario del barrio-. El único angelito que vive de su sueldo soy yo, y apenas me alcanza  para vivir como un tonto pobrete.

     - Con todo el poder que tiene usted podría ser millonario.

     - ¿Cómo, si lo único que sé hacer es perseguir y arrestar a los criminales?

     - Usted lo ha dicho, en esa facultad que tiene está precisamente su negocio. Si le interesa, puedo explicárselo.

     Se lo explicó al comisario, éste lo aceptó, lo agradeció y lo puso en práctica.

     A la noche siguiente llamó a su despacho al Flaco Metralla  y le describió el negocio.  El invento del comisario consistía en “liberar” de vigilancia una zona del barrio de su jurisdicción durante cinco horas nocturnas, prestar las armas decomisadas al delincuente, recibir el dinero robado y permitir escapar al reo después de tres meses de asaltos. El Flaco Metralla aceptó, después de meditarlo. Ese cretino me está explotando –se dijo-, pero es peor pasarse diez años a la sombra en un calabozo. A los tres meses me dejará fugar, yo me cambiaré de barrio o de ciudad y ni la Interpol me encontrará. Al final, seré rico en Panamá.

     El trato se respetó con estrictez por amas partes. La primera noche el comisario llamó a sus oficiales, suboficiales y tropa, y los destinó a misiones alejadas de la zona liberada.

     - Usted, teniente Mendizábal, a patrullar con sus hombres la zona del río por donde se infiltran los narcotraficantes. Usted, cabo Benavides, con sus hombres al espectáculo al aire libre de Los Rolling Wheels; tráiganme por lo menos tres vendedores de marihuana . Y usted, sargento Iribarren, captúreme seis prostitutas en el Barrio Rojo. Yo me quedaré con mi asistente a cargo de la comisaría. ¿Entendido? A sus trabajos.

     Una vez partidas las patrullas, el comisario fue al calabozo del Flaco Metralla, le entregó una ametralladora , una escopeta de caño recortado, dos puñales, una granada y un uniforme usado de policía para que lo usara en su trabajo.

- Ya lo sabés, Flaco, no vuelvas con menos de 500.000, porque anulo el arreglo.

- No se preocupe, jefecito, en una de ésas le traigo el doble.        

     Y así fue. El delincuente volvió con lo prometido, entregó el dinero robado, y el uniforme y las armas, hasta la siguiente salida.

    En el período de tres meses, en la zona liberada se cometieron catorce asaltos, dieciséis violaciones de propiedad ajena, veintidós amenazas de muerte a transeúntes  y doce arrebatos de carteras y bolsones.

     El legajo personal del comisario honesto que quiso ser rico no registra ningún acto

ilegal contrario a su honor y a la lealtad institucional. El Flaco Metralla compró una villa en Panamá, se juntó con una alternadora de hotel, y está escribiendo sus memorias purificadas con ayuda de un periodista local, para venderlas a un canal de televisión.

     En un arranque de arrepentimiento y por consejo de su esposa, el comisario fue a consultar a un párroco si era pecado apoderarse por interpósita persona de bienes ajenos, puesto que el texto bíblico permitía a los humanos enseñorearse de la tierra.

     - Eso fue inmediatamente después de la Creación, cuando todavía no estaba repartida la tierra. Pero ahora ya lo está, y toda apropiación de lo ajeno es robo.        

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