Blogia
CUENTO CORTO/ CARLOS A. LOPRETE

MATAR A CAÍN

MATAR A CAÍN

   

    El tema era el odio. Los contertulios coincidían en que amar a Dios es fácil y hasta cierto punto este amor ya viene incluido en la naturaleza humana. ¿Qué mérito puede haber  en amar a un ser todopoderoso, que aunque no hayamos visto personalmente, sería el único con capacidad para curar nuestras enfermedades y sacarnos gratuitamente por su infinita misericordia de nuestras penurias y sufrimientos? De paso, nos ha prometido el perdón de nuestros pecados.

     A poco, la conversación derivó a la inevitable comparación con nuestros semejantes. Eso ya es más dificultoso porque el odio se interpone. ¿Por qué no matarlo si no me deja vivir?, preguntó uno de los presentes. Un segundo apoyó la opinión  argumentando que matar no implicaba al fin de cuentas abolir la ley natural, sino anticipársela al enemigo, de manera que el criminal no dejaba de ser más que un mero modificador de fechas. Un tercero opinó que si cada uno de nosotros matara al que odia, quedaría viva la mitad de la humanidad, habría alimentación, vivienda, medicina, escuela y espacio para todos, con tal que los eliminados no fueran de un solo sexo, porque el resto moriría por su cuenta sin poder reproducirse y desaparecería la especie humana de la tierra.                  

             - ¿Y en cuál mitad querría estar usted? –preguntó un curioso.

            - ¡Vaya pregunta! –respondió sin titubear el interpelado-. En la que no quiere que le modifiquen la fecha.

    Hubo consenso en que nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente, como lo hizo Caín con su hermano Abel. ¿Qué hacer entonces con quien lo hace? La ley de los pueblos antiguos imponía la pena similar, ojo por ojo, diente por diente.

             - Pero esa ley rigió hasta el advenimiento del cristianismo. Desde entonces el castigo debe dejarse en manos del Creador. Y leyó en la Biblia la palabra divina: “¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano”.           

          - ¿O sea que el hombre no tiene el derecho de reparar por su cuenta el daño ocasionado por el asesino?

          - Si es cristiano obediente, no. Porque la vida ajena no le pertenece. Es la regla de oro, la ley universal para todos los tiempos, obliga a todos y a cada uno, siempre y en todas partes. Aún más, deberías perdonarlo.

    Surgió a continuación la duda sobre la naturaleza de la justicia divina. ¿Acaso una muerte ha de castigarse nada más que con el exilio?  Otro de los concurrentes se interesó por saber qué decía el texto sagrado sobre esto. Se leyó otro versículo del libro: “Y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre...Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será vertida, porque a imagen de Dios hizo él al hombre.”     

   Comenzó a manifestarse un principio de desacuerdo entre los contertulios. Alguien más versado en asuntos de esta naturaleza se sintió obligado a contribuir con un pensamiento complementario. Caín y Abel eran hermanos, el primero labrador, el segundo pastor. Ambos ofrecían las ofrendas de su trabajo a Yahvé, Caín los frutos de la tierra y Abel lo mejor de sus ganados. El Dios Yahvé manifestó su agrado por la ofrenda de Abel.  El texto bíblico no especifica la razón de esta preferencia, pero los exegetas piensan que fuera por su mayor fe, pues le ofrendaba lo más escogido de sus bienes. Esto desagradó a Caín que invitó a su hermano a ir al campo, y una vez allí, lo mató.

   La lectura en procura de mayores precisiones prosiguió por otras páginas. Entre ellas se encontraron con otro inexplicable problema. Caín se lamentó a Yahvé de que el castigo era demasiado grande para soportarlo, pues lo forzaba a vivir fugitivo y errante por la tierra y que cualquiera que lo encontrara lo mataría. El Señor le respondió:

              - Si alguien matare a Caín, será siete veces vengado.

   Y le puso una señal para que nadie que lo encontrara lo hiriera, que algunos piensan que fuera un tatuaje o algo así.

   Los presentes guardaron silencio porque no comprendían el intrincado nudo de la cuestión: no  matar a Abel en venganza o castigo, dejar la justa pena en manos de Dios Yahvé, el que derrame sangre ajena verá derramada la suya, pero si alguien matare a Abel será siete veces vengado. ¿El asesino protegido para nadie lo mate?. Los concurrentes más mansos aceptaron con humildad su desconcierto, mientras los restantes se retiraron disconformes con tanta benevolencia divina. 

   A punto de retirarse los contertulios, se puso de pie un hombre maduro, de unos cincuenta años de edad, rostro avejentado y ceño pensativo, y dijo a los presentes:

           - Es la primera vez que oigo mencionar a ese tal Caín y no he acabado de entender su historia. Lo único que yo sé, es que he matado varias veces en mi vida y  nunca  me he  arrepentido. Pero les digo a quienes quieran iniciarse, que matar no es fácil. Matar es un arte que cualquier chiquillo no puede realizar. Para eso tiene que estar preparado. El primer muerto lo deja a uno medio confundido, pero los que vienen después ya no importan.

            -Claro, todo es cuestión de empezar, como cualquier otra cosa. Después de la primera deuda, las demás vienen solas, y uno se acostumbra.. Yo estoy en ésa. Pero me ha surgido  una duda. Matarse a uno mismo ¿es también un crimen?

              - Exactamente lo mismo, siempre es matar. Usted elimina una vida que no es suya. No es nada más que un administrador y propietario de algo que pertenece al Creador. Agradezca que le tiene prestada. Nadie se puede ir de este mundo sin su consentimiento.

               - Le preguntaba porque mi padre se suicidó. ¿Entonces está condenado?-                     

              - No se desespere. Nadie podría decirle el destino final de quienes se han dado muerte. Dios podría haberle facilitado un camino para el arrepentimiento en el último instante, que sólo Él conoce.

               - Entonces  ¿usted quiere decir que Caín a lo mejor ha sido perdonado por su fratricidio?  ¿Cómo podríamos saberlo?

               - Lo primero, es posible, lo segundo no. ¿Vio cómo son las cosas? ¿O usted tiene pensada una mejor?  

 

 

0 comentarios