EL SARGENTO Y EL GENERAL
Dice la tradición que una vez un General llamó a su tienda a un Sargento y lo reprochó porque en el campo de batalla en vez de ejecutar a los enemigos vencidos les perdonaba la vida y los conducía prisioneros. El Sargento se justificó respondiendo:
- ¿No ha leído, señor General, los Evangelios?
La respuesta del superior fue inmediata:
- Y usted, Sargento ¿no ha leído el reglamento militar?
En tan sencilla anécdota, verdadera o no, puede resumirse el problema del bien y del mal en este mundo. Naturalmente, el General no debatió el problema con su subordinado, pero las palabras del suboficial se aposentaron en su memoria y lo pusieron frente a su propia conciencia. El General se dijo a sí mismo:
- Nunca he podido ponerme de acuerdo con preceptos morales imperativos, vinieran de donde vinieran. Cuando he debido obrar nunca se me ha ocurrido preguntar ¿cuál precepto debo seguir? He metido el cuerpo en el problema y he hecho lo que me parecía conveniente. A menudo me han reprochado esta falta de reglas, pero andar por el mundo con principios es como meterse por un sendero en el bosque con una vara entre los dientes. La filosofía y la moral sólo sirven para ser discutidas por los eruditos y nada más. ¿Piensa alguien que frente a un soldado que viene a embestirme con su bayoneta yo tendría que sacar de mi mochila un libro de Kant y leer lo que debo hacer?
El General se llamaba Otto Bismarck y era prusiano. Del Sargento la historia no registra su nombre.
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